jueves, 19 de noviembre de 2015

La ronda del profesor



La ronda del profesor : Como se nos dan tan mal las plantas, lo más lógico sería que acudiéramos a las tiendas pidiendo aquellas que estuvieran ya en las últimas para traerlas a casa sin ilusión. De alguna forma, nuestra esperanza les resulta muy perjudicial, así que optamos por recibir los ramos que a veces nos regalan con una distancia nihilista, como quien pinta una cuna de negro. Puede parecer un ambiente negativo, pero los ramos aguantan mucho más si nos acercamos a ellos pensando “ya se estarán poniendo mal” que si lo hacemos con la idea de “a ver si ha florecido algún capullo”. El ramo se conserva más tiempo así, pero nunca expresamos delante de él nuestra alegría, solo el leve asentimiento del profesor que comprueba que todos sus alumnos han dado la respuesta adecuada al problema.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Los Reservas de Protos: Ni rastro de tópicos




Los Reservas de Protos: Ni rastro de tópicos : Parece que llega un momento en el que los proyectos tienen que disculparse por todo lo que han crecido. Todo el mundo siente atracción por la pequeña tortuga en su casa de plástico, por el ático sin ascensor en el que había que elegir entre abrir la cama o colocar la mesa para cenar, o por esa maqueta que va de mano en mano de un grupo del que no se ha oído hablar. Pero si las cosas van bien y la tortuga crece hasta comerse un paquete de jamón al día, el ático se convierte en chalet y el grupo llena estadios, miramos a otro lado, como si se hubiera perdido lo genuino. Debe estar en nuestros genes.

El mundo del vino no es una excepción. Sigue predominando el enfoque romántico del enólogo soñador que se retira a una parcela para, ahí donde unos buscarían lagartijas debajo de las piedras ellos, imaginarse sus futuras viñas madurando una uva tratada con cuidado.


-El problema – me dice Carlos Villar, Director General de Bodegas Protoses que muchas de esas bodegas tienen muy complicado subsistir económicamente. Y no digo que su vino sea malo, al contrario, que muchas veces lo recomiendo cuando me preguntan por algo nuevo.

La explicación la comparte con los que estamos sentados con él en una mesa de un sótano del restaurante MetroBistro de Madrid para una cata de sus reservas. Toda esa afinidad que generan las pequeñas bodegas parece desaparecer con las grandes conforme crecen, como si fuera un precio a pagar y el verdadero talento se mantuviera siempre en la cantera para ser  sustituido por otra cosa cuando el campo, en vez de ser de tierra, pasa a ser de césped regado todos los días.


Y si difícil es defender la imagen de una gran bodega, más aún es hacerlo utilizando como argumentos sus reservas. El esfuerzo me parece tan grande, sobre todo con aficionados que, como yo, solemos evitar los reservas, que  tengo que reconocer que logra atraer mi interés.

A Carlos Villar, lo acompañan Fernando Villalba, Director de Comunicación, y Marilena Bonilla, su nueva enóloga. Sorprende ver reunido a un equipo así, sin suplentes, en una cata que se celebra en una pequeña sala a la que se llega tras bajar varias escaleras en un ejercicio que tiene algo de clandestina reunión de resistencia.


Pero el escenario, como en las buenas novelas, forma aquí parte del significado. Es un descenso que busca acercarse a las raíces de los conceptos, a las bases de los vinos, dejando arriba, en la superficie, todos esos prejuicios, que son muchos, sobre lo que significa acercarse a los reservas.

La que actúa como guía de la cata es su enóloga. Y los vinos que va a utilizar para tratar de vencer nuestras ideas preconcebidas son un Reserva 2011, un Gran Reserva 2006, un Selección 2001 y un Grajo Viejo 2012. La explicación de Marilena sobre los vinos consigue que, conforme habla, el espíritu inicial de la veterana y gran bodega vaya mostrando otra cara complementaria que sigue viva dentro de ella: la de la pequeña que se enfrenta a cada reto con nuevas ideas.


Y es que el primer y fundamental cambio que se produce afecta a la percepción de lo que es producir un reserva. Parece que la inquietud y la ilusión estuvieran asociados únicamente a proyectos de crianza, destinados a llegar pronto al público y que el tratamiento de un reserva, al que se le asocia el largo trámite del tiempo, necesitara de enfoques clásicos, perennes e inmutables como principios de derecho romano.

La realidad, por lo que la enóloga demuestra, no es así. Cada uno de sus proyectos tiene una intención, un deseo de innovar, la ambición de mejorar cada vez más y más. Solo hay que escucharla hablar de la tierra, de las uvas, de la madera, de los procesos, de las cepas, de las vendimias, de las parcelas, de las añadas o de las barricas.  El empuje es el mismo que en cualquier otro trabajo, solo que su objetivo es otro. No es la escritora que trata de llegar al público con una columna ingeniosa en el periódico, sino la que pretende dejar una página que perdure en una novela.


Tal vez parezca un descubrimiento menor, pero en mi caso adquiere la evidencia de esas revelaciones que logran su fuerza por integrarse en lo cotidiano. Eso elimina ya cualquier barrera que pudiera tener acerca de los vinos presentados y logra que me acerque a ellos con uno de los elementos fundamentales de cualquier catador: la curiosidad.

La experiencia de la cata sostiene el discurso de la enóloga. Los diferentes vinos que vamos probando, algunos de añadas muy antiguas, rompen también con el tópico del entrar en un reserva como el que accede a una biblioteca repleta de tomos encuadernados en piel. Los vinos están vivos y tienen mucho que decir. La diferencia es que necesitan más tiempo para expresarse.


Además, contra lo que pudiera parecer en la aproximación a un reserva, estos vinos no permanecen quietos, esperando que sea uno el que se acerque. Ellos también se aproximan mostrándose rápidamente en unos colores, unos olores y un paladar que rompen la idea preestablecida de ellos. Es evidente que el tiempo también puede jugar a tu favor.

La cata termina con una gran cena servida ahí mismo tras escuchar unos grandes temas de Miguel Dantart, algunos como “El viaje de la uva” o “Cosas bonitas”, dedicados al vino. Al final queda la sensación de que, en las grandes bodegas, los proyectos más innovadores pueden estar en sus reservas. No era lo que yo pensaba al principio: cuando subo las escaleras para salir, dejo el prejuicio abajo. El que sale a la calle no es el mismo que el que entró. Y eso siempre está bien.


lunes, 16 de noviembre de 2015

El sprint imaginario



El sprint imaginario : Como esta semana no tengo coche, tengo que volver caminando desde la casa de Federico hasta la estación de metro. Hay pocos placeres que superen al de compartir mesa con alguien que disfruta más de la comida y del vino que tú. Nos hemos comido lo que quedaba de la tortilla de patata que hizo ayer y hemos apurado la botella que ya tenía abierta. Se puede decir que lo de hoy ha sido un gran epílogo de su cena.

Me noto pesado y feliz. Es cierto que si ahora tuviera que coger el autobús en esa parada que está debajo de este puente no podría recorrer la pasarela a tiempo y lo perdería por mucho que me esforzara. Pero la única razón por la que de verdad lo intentaría sería la de verme regresando a la mesa de Federico. 

domingo, 15 de noviembre de 2015

El cinco rojo



El cinco rojo : En la mesa de la celebración hay varias botellas de “Damana 5” para los pocos que somos más aficionados al vino tinto que a la cerveza. Entiendo que haya quien prefiera la cerveza al vino, pero en una reunión como ésta debe ofrecerse, por lo menos, una botella de vino que sirva para recordarla. Esta cerveza que sirven en la barra, sin marca, sin etiqueta, sin historia, se olvidará. Pero dentro de un tiempo, cuando veamos otra botella de “Damana 5”, nos acordaremos de la moto rosada neo pink 2.0 que le regalan a Berta, del tartar de carne y atún, del Gran Premio de Brasil en la televisión del fondo, de las fotos del grupo, de las charlas que surgen alrededor del tema al que El país dedica su titular del día, “Guerra al Estado Islámico”, y de cómo, copa tras copa, todo lo que de rojo había en el local empezó destacar sobre el resto, como si el ojo fuera más sensible y buscara la analogía alrededor.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Que ya son euros por una copa de vino



Que ya son euros por una copa de vino : Tenemos un rato para tomarnos un vino antes de que empiece “El alcalde de Zalamea” en el recién abierto Teatro de la Comedia, que ha estado en obras muchos años. Tantos que ya era normal pasar por delante y decir “Ah, las obras del Teatro de la Comedia”. Sin lamentarse, como algo que llevaba su tiempo, “Ah, las obras del Teatro de la Comedia”.  A los del Mezklum, el restaurante que está al lado, los continuos retrasos no les hacían mucha gracia porque las obras les ocultaban la entrada. Claro. A los demás, que no teníamos ese problema, nos bastaba con saber que, “Ah, las obras del Teatro de la Comedia”, algún día se acabarían. Y como todo, efectivamente, se acaba, llega un día en el que quedan unos quince minutos para el arranque de “El alcalde de Zalamea” y los aprovechas pidiendo en un local cercano un “Dominio del bendito” a 4,5 € la copa, que ya son euros para una copa, que si esto lo ve Pedro Crespo, igual se hubiera marcado aquí uno de sus monólogos. Pero no hay problema porque, por un error que no tratamos de arreglar, nos cobran solo 2,5 € por copa. Lo tomamos como una buena señal de una obra en la que descubrimos monólogos que justifican las obras, el retraso, el mosqueo de los del Mezklum y hasta el precio de la copa si nos hubieran pedido por ella 4,5 €. Que qué son 4,5 € con monólogos como éste:  
  
“En un día el sol alumbra
y falta; en un día se trueca
un reino todo; en un día
es edificio una peña;
en un día una batalla
pérdida y vitoria ostenta;
en un día tiene el mar
tranquilidad y tormenta;
en un día nace un hombre
y muere; luego pudiera
en un día ver mi amor
sombra y luz, como planea;
pena y dicha, como imperio;
geste y brutos, como selva;
paz e inquietud, como mar,
triunfo y ruina, como guerra;
vida y muerte, como dueño
de sentidos y potencias.
Y habiendo tenido edad
en un día su violencia
de hacerme tan desdichado,
¿por qué, por qué no pudiera
tener edad en un día
de hacerme dichoso? ¿Es fuerza
que se engendren más despacio               
las glorias que las ofensas?”

Que si no habríamos pagado 4,5 € por algo así.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Una madre hace que todo parezca normal



Una madre hace que todo parezca normal : Veo la cuerda amontonada junto al andamio de la obra y me pregunto cuánto medirá. Me gustaría poder tirar de ella conforme avanzo por estas calles del barrio en el que nací y ver si alcanza hasta el portal de mi casa, que traspasaría con la cuerda en mi mano para subir por las escaleras y presentarme en el primer piso, que es donde vive mi madre. Siempre me parecía que vivir en el primer piso no tenía ningún interés, que era en los más altos donde se acumulaba una intensidad que yo no podría experimentar. Pero estoy seguro de que hasta ahí no podría llegar la cuerda. A la puerta de mi madre es posible que sí. Estaría bien: llamar a la puerta y explicarle el impulso que me habría animado a intentar este juego. "¿Y los niños, bien?".

jueves, 12 de noviembre de 2015

No hay mejor recibimiento que una buena despedida



No hay mejor recibimiento que una buena despedida : Justo donde el metro ligero tiene la última parada de la línea hay una bicicleta. Está apoyada en una valla, junto a las cuatro vías del metro. Seguramente su dueño, al bajar del vagón después del trabajo, se quede un rato mirando para que el contraste entre los círculos de las ruedas y las líneas de las vías le permita saltar más rápidamente de lo laboral a lo doméstico. Una vez subido en ella, se fijará en los caminos paralelos de los raíles mientras, con los primeros pedaleos, va improvisando el camino de vuelta a casa.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

La sonrisa del gorila



La sonrisa del gorila : En el pequeño muro han dibujado la escueta cabeza de un gorila enfadado. Enfadado, en general. No hay ninguna pista que permita saber el motivo. En la pintura clásica siempre aparecía un detalle que permitía dotar a la obra de una narración en la que todo adquiría un sentido. Pero esto no es el Prado, sino un muro, y el rastro de ese posible significado tal vez haya que buscarlo fuera. Quizás en esa farola que ilumina esta parte del muro y que puede haber sido la razón de que el autor la haya elegido si trabajaba de noche. Y de noche, con prisas y con frío, a nadie le sale bien un gorila sonriente.

martes, 10 de noviembre de 2015

Lo que nosotros podemos hacer por China



Lo que nosotros podemos hacer por China : Este año la academia de chino manda a un profesor. Hasta ahora habían venido maestras que se inclinaban levemente antes de entrar en casa y a cuya puntualidad y tranquila forma de llevar la clase nos habíamos acostumbrado. El profesor lleva el pelo teñido de rubio, la gorra al revés y se presenta diez minutos antes de la hora, como si hubiera mucho que dar y faltase tiempo. Al principio tuve mis reticencias porque, ahora me he dado cuenta, pensaba que la enseñanza de un idioma requería la paciencia femenina, que es creativa, frente a la masculina, que es un tiempo en el banquillo con los brazos cruzados. Pero esa urgencia pedagógica, parece funcionar: cuando aaban, la mesa está llena de hojas con caracteres chinos y los libros marcados con nuevos post-it amarillos. Todo va bien, me dice cuando le pregunto por la clase, como al cirujano después de la intervención. Y todo debe ir bien cuando en la mesa también hay chucherías que trae como premio. Hoy ha dejado un Chupa Chups picante con el texto en chino. Que haya elegido un producto español parece un acto de buena fe, como si sugiriera que nosotros también podemos venderles bienes, que la posibilidad de hacernos un hueco ahí existe y que entonces hablar chino será útil. También exportamos fútbol: me comenta que es socio del Atlético de Madrid. Ya hemos tenido en la familia el caso de un madridista que se ha hecho colchonero, por lo que en este momento me planteo la posibilidad de llamar a la academia y pedir que regrese alguna de esas profesoras que parecían ajenas al fútbol y a sus peligros.

lunes, 9 de noviembre de 2015

El principio de gratitud



El principio de gratitud : Sigue resultando difícil hacerle una fotografía a Lucía. Ya no encuentro argumentos para que se quite el pañuelo con el que ahora se cubre la cara. A veces creo que con once años ya sabe algo sobre la fotografía que espera que yo descubra pronto y que hará que pierda mi interés por ella. Pero llegará el día en que será madre y estará un domingo de noviembre disfrutando de una mañana de primavera en la terraza de un restaurante. La camarera se habrá ido con la comanda hace poco y el sumiller habrá dejado la botella de “Tres picos” después de oler el corcho y alabar el vino. Entonces ella lo probará y le gustará. Y con ese sorbo será más consciente de ese momento. Hacer una fotografía es una forma de dar gracias por un instante: tendrá que buscar un sustituto a este acto. Algo. 

domingo, 8 de noviembre de 2015

El camarero de guardia



El camarero de guardia : Las mesas del restaurante colocadas en la calle solo tienen puesto el mantel. Parecen esperar que los clientes se traigan de casa los cubiertos, los platos, los vasos, la tartera con la comida templada y la botella de vino por la mitad. Mejor cenar aquí solo que en la cocina, donde es posible que toda la comida sepa igual. El camarero se limitará a acercarse para que el vaso nunca esté vacío. La única obligación es dejar el mantel igual de limpio que lo encontraste.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Valtravieso: la vida de la uva en una mañana



Valtravieso: la vida de la uva en una mañana: Si el vino es un organismo vivo, para conocerlo bien es imprescindible pasearse por su infancia, que es donde realmente se reparten las cartas de lo que será de adulto, como bien sugirió Freud. En la mayoría de las visitas, las bodegas se saltan ese paso y se lleva al visitante a esa juventud que el vino vive en los depósitos, como si ahí empezara todo. Pero no.

En Bodegas Valtravieso respetan el orden narrativo y la visita que realizamos un grupo de blogueros, guiados por Pablo González, consejero delegado, y Ricardo Velasco, el enólogo, comienza por la viña, para que veamos cómo se cría la uva y empecemos a sacar conclusiones, porque adaptando una frase de Ortega y Gasset, que debiera haber sido la original, “el vino es el vino y sus circunstancias”. Y las de Valtravieso son éstas: un terreno muy elevado, un horizonte plano en el que cada viña es su montaña y un viento continuo que seca hasta las sombras, por lo que aquí no hay humedad en la que se desarrollen enfermedades.


Con ese trío en la mano, la bodega apuesta por la tempranillo, la merlot y la cabernet sauvignon. Manda, por cuestión de denominación de origen, la primera, pero las otras, cultivadas en menor cantidad, van adquiriendo protagonismo en los vinos que están pensados para durar más tiempo. Como esas voces famosas que hacen un dueto en un disco para darle más peso.

La bodega quiere mantenerse en una producción de 500.000 litros que le permita tener control sobre toda la calidad del proceso. Por eso no se prioriza la cantidad en la forma de disponer y tratar las viñas. Ricardo Velasco, el enólogo, tiene así margen de maniobra para empezar a diseñar el tipo de vino que tiene en la cabeza paseando por el terreno como el entrenador de la cantera que sabe que hay hueco en el primer equipo. Así, si hay que volver al método francés de cultivar la merlot, se vuelve sin problemas. Todo, siempre, con la propia fe que el enólogo tiene en el vino:

-Lo bueno en el vino, como en las personas, sale solo.


La tierra, pues, y las rocas, y el polvo. Ahí estamos todos, experimentando una consistencia que solo pueden ofrecer estos elementos. Frente a la teoría de que todo es líquido, la evidencia de las piedras, la madera de las viña y las raíces que se hunden. Porque aquí también empieza el amor al vino, por el paisaje en el que uno se enfrenta a lo básico y que bien pudiera presentarse con un “en el principio era esto”.

Con el pasado bien fijado, Ricardo Velasco, que tiene pinta de jugar en un equipo de baloncesto o de tocar el bajo haciendo versiones de Pearl Jam,  y que hoy, en nuestro honor, se ha puesto una camisa de consultor con máster, nos lleva después a la sala de los depósitos. Si en la infancia estaba todo a la vista, ahora, en lo que vamos a seguir llamando la juventud del vino, todo ocurre detrás del metal en un ambiente en el que se combina la precisión de un laboratorio con la limpieza de un quirófano. Es el momento en el que el enólogo explica cómo se desarrolla el proceso sirviéndose de un lenguaje en el que se impone la química. El puente que Ricardo levanta con la pasión de lo que cuenta busca unirse con el que, por el otro lado, construye el oyente con buena fe, logrando un acople que permita cruzar de una orilla a otra.


Para asegurarse de que nadie se queda atrás en sus explicaciones, Ricardo deja la tiza con la que ha estado escribiendo formulas dentro de nuestra cabeza y baja de la tarima. Lo narrativo se vuelve expresivo cuando coge una copa de vino y la va llenando con el vino de uno de los depósitos, el que ha obtenido de la primera prensa y en el que guarda toda la sustancia. De su copa va sirviendo a las demás en un gesto que le da sentido a todo su trabajo: una escena que no pide fotografías, sino el trabajo de un Vermeer. Se trata de un vino denso, fuerte, que mancha la copa. La clave de la que se servirá el enólogo para equilibrar las demás fermentaciones. Probamos la copa y echamos el resto a una rejilla del suelo, como si lo devolviéramos a la tierra.

Volvemos a catar el vino de otro depósito para que aquellos que, como yo, estamos cansados de tener que echarle fe a todo, podamos tener otra prueba de lo que ahí se conserva. El vino, al que todavía le queda mucho trayecto, ha pasado por la primera fermentación y ya se van apreciando unos rasgos agradables que, en mi caso, aumentan el deseo de saber en qué se puede convertir.


La tercera fase, la de la maduración, se da en la sala de barricas. La madera y su olor. La disposición de las barricas es la mejor representación de la paciencia. Tras la velocidad de los cambios del anterior proceso, llega este periodo en el que parece que no pase nada. Solo ese tiempo que se mide por el oxígeno que atraviesa la madera.

Hay algo relajante en este lugar. La prueba de que, para llegar a ser algo, hay que atravesar una serie de días en los que parece que no ocurre nada. Acostumbrados a la presión de lo inmediato, es agradable experimentar lo que Tizón llamaría “la velocidad de los jardines”. Detrás de los toneles está cambiando todo, pero no hay reloj para señalar el tiempo, solo la marca de las tizas en la madera. Para que no todo se pierda en la lírica de las palabras, el enólogo quita un tapón y con una pipeta va llenando nuestras copas. El vino, efectivamente, está creciendo.


Si los Crowded House creían que se podía vivir  “Four season in one day”, el recorrido por la bodega nos demuestra que también es posible experimentar la vida de la uva en una mañana. La visita termina en la sala de catas de la bodega, desde la que se ve un terreno que estará plantado en el 2017. Todo lo que se ha visto hasta ahora, se disfruta en una serie de botellas que van retrocediendo en el tiempo.

Es aquí donde el visitante se da cuenta de que él también ha seguido un recorrido por sus propios sentidos. Si al principio, en el terroir, primaba la vista, pasando después el relevo, tanto en la sala de los depósitos como en la de las barricas, al gusto, es ahora, en la sala de la cata donde se valora, sobre todo el olfato.


El propio camino le sirve al aficionado al vino para saber cuál es su nivel. Para apreciar la cata, en todo lo que tiene que ofrecer, es necesario acudir a ella con una experiencia previa. El visitante prueba el vino, pero éste también prueba al visitante, y lo hace a través de la experiencia de olores que haya ido acumulando hasta entonces. Su nariz se convierte en el diccionario con en el que traducir todo lo que el vino tiene ahora que decir. Si no existe esa cultura previa, el placer se rebaja: el vino coloca ahora a cada uno en su sitio.

Pero no hay de qué preocuparse. Es bueno ser consciente de tu propio nivel. Y eso solo lo pueden hacer vinos capaces de desplegar matices, como los que se van sirviendo. Hay que jugar con los grandes y eso ya lo sabía Julio César, que agradecía la fortaleza del enemigo porque así la victoria tenía más valor. Además, en el punto hasta el que nos llevan los sentidos nos recoge Ricardo con sus explicaciones. La palabra no puede ser un sustituto, pero sirve para iluminar el camino.


Trufas, añadas, matices, resonancias, evocaciones. La cata se va convirtiendo en una clase de la que mentalmente se van tomando notas. El recorrido empieza por las añadas más recientes para ir retrocediendo al pasado, hasta las del 2006 y del 2004. El visitante las prueba: antes de que sigan las explicaciones del enólogo, sólo hay una afirmación de la que no cabe duda y de la que, en el fondo, se basa todo el negocio del vino : “este vino está muy bueno”.   


viernes, 6 de noviembre de 2015

El momento culminante



El momento culminante : Los nombres de los bombones que vienen en la caja que Lucía se ha comprado son: Capricho, alegría, sueños, pasión, dulzura, ternura y felicidad. Debajo de la relación, aparece la información nutricional que permite calcular que cada bombón tiene 56,01 kcal. Que los dos mensajes se transmitan juntos me parece muy bien. Como sospechamos que detrás de una buena noticia merodea una desgracia, nunca nos abandonamos del todo al júbilo para no llamar excesivamente la atención del infortunio, lo que nos deja a las puertas del clímax. Pero esa pequeña distancia hacia el momento culminante la podemos recorrer sin problemas con los bombones porque al llevarnos el placer a la boca también nos tragamos la infelicidad, bien cuantificada con las calorías que habrá que eliminar. Esa mezcla es el secreto de los bombones y la razón por la que pocas veces se puede ver un gesto como el de alguien dándole el primer bocado a uno. 

jueves, 5 de noviembre de 2015

La habitación que no reservaré



La habitación que no reservaré: Uno de mis posibles recorridos por Madrid  se basa en aquellos lugares que me gustaría disfrutar. Una pastelería con grandes palmeras de chocolate junto a la que paso y en la que me digo que tengo que entrar un día que me despierte sin conciencia. Una librería francesa en la que ya está disponible lo que llegará traducido en unos meses. Una pastelería, una librería. Y un restaurante con las paredes blancas y una carta de vinos con la que puedes dar la vuelta al mundo, una joyería en la que los precios están escritos en una pequeña etiqueta atada a lo expuesto en un escaparate en el que el silencio brilla, una charcutería especializada en diferentes tipos de mortadelas, una tienda en la que las bicicletas parecen pulidas por la velocidad, una sastrería con los maniquíes listos para acudir a una recepción en La Zarzuela.

Hoy añado el Hotel Atlántico cuando lo veo elegantemente iluminado por la noche. Me gustaría pasar una noche en una de sus habitaciones, me digo, aunque sé que no haré nada por cumplir el deseo, igual que no entraré ni en esa pastelería, ni en la librería, ni en el restaurante, ni en la joyería, ni en la charcutería, ni en la tienda de bicicletas, ni en la sastrería por temor a no encontrarme ahí con la experiencia que me imagino.    

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Las últimas comandas



Las últimas comandas: En tres alcayatas del tablón del restaurante cuelgan las comandas de los que se están tomando un café en la terraza. El camarero sale, mira a ambos lados y vuelve a meterse. No hay prisa. Se puede disfrutar de la tarde de otoño hasta que una de esas hojas se desprenda y se mezcle con las de los árboles. En ese momento el camarero se agachará a por ella y se acercará a la mesa en la que los clientes estarán recogiendo sus cosas mientras utilizan las frases de despedida para volver a su intimidad.

martes, 3 de noviembre de 2015

Las maniobras del camión



Las maniobras del camión : El cartel de “¡¡Peligro!! Salida de camiones” es pequeño y está colocado al otro lado de la entrada de la obra. Parece pensado para los que van caminando con las manos en los bolsillos y al encontrarse con él levantan la vista para seguir el pequeño camino de tierra que remonta el terreno esperando ver a algún niño lanzando un camión de juguete por él.

El tamaño de los camiones que salen de la obra es tan grande que no necesitan nada que los anuncie. Se bastan por sí mismos. La calle es estrecha y el conductor gira el volante con la rapidez con la que en los submarinos aseguraban la escotilla al escucharse la señal de inmersión. Todos esperamos educadamente a que se tome el tiempo necesario para hacer la maniobra. Todos, en el fondo, desearíamos que al poner la marcha atrás, se llevara varios coches por delante. El niño bueno que, de rodillas, dirige un camión de plástico habrá desaparecido; pero el otro, el cabrón, parece que sigue presente. 

lunes, 2 de noviembre de 2015

Once porciones idénticas



Once porciones idénticas: A la chica que me atiende le digo que sí a todo lo que me propone añadirle al café. Tiene que durarme dos horas en esa mesa que está libre. Nata. Canela. Extra de leche. Asiento sin dudarlo y pago por esa taza que casi tengo que llevar con las dos manos, como si fuera una ofrenda a una diosa griega, un importe que se acerca a los tres euros. Poca cosa si se tiene en cuenta que cuanto más tiempo esté ahí, más barato será el minuto.

Los cumpleaños ya no son lo que eran. De celebraciones multitudinarias en las que se seguían encontrando niños días después de terminadas, a estas reuniones selectas entre amigos elegidos que se agotan pronto porque el nivel de diversión depende de la cantidad de invitados. Sé que cuando vuelva ya le habrán entregado el regalo al homenajeado y un camarero estará retirando los platos con las pizzas y los perritos calientes fríos mientras algún padre, por lástima, se comerá un trozo de tarta para que no acabe en la basura.

Coloco el café en el centro de la mesa, bien a la vista, como el ticket de la hora, y enciendo el Kindle para pasar dos horas con Carver dándole un sorbo al café entre cuento y cuento. Lo estiro todo lo que puedo y cuando llega la hora de marcharse lo apuro. Me habría pedido algo para acompañarlo, pero ése que, ahora, se está comiendo una porción de tarta, soy yo.  

domingo, 1 de noviembre de 2015

Traspaso de mando



Traspaso de mando : Cuando nos quedamos solos por la noche, Daniel estrena un juego que compramos en una tienda de segunda mano. “Majin and the forsaken kingdom”. En el arranque de la historia, el protagonista descubre una ciudad olvidada y ahí libera al Majin, un monstruo con musgo en los hombros capaz de destrozarle la cabeza a un enemigo mientras levanta el pie izquierdo para no pisar un nido de hambrientos pajarillos. Los dos se hacen amigos porque pelear juntos une. Es un juego que se disfruta más mirando que con el mando en las manos. Tal vez sea otra manifestación de la edad que reconozco y acepto sin problemas.

A la una y diez de la noche, hora local, el protagonista y Majin tienen que escapar de una encerrona utilizando una catapulta. Ni siquiera aquí pido el mando. Proponemos varias soluciones y nos vamos a dormir a ver si la inspiración nos llega durante el sueño.