sábado, 21 de septiembre de 2013

Es el cansancio lo que nos hace valientes




Es el cansancio lo que nos hace valientes: Antes, los comentarios en la sobremesa eran como piedras rebotando varias veces en la superficie. Pequeños, pulidos por el ingenio, rápidos. Las cosas ya no son así y esta tarde, con el café servido, nuestras aportaciones tienen más de ese bloque de cemento con el que solían calzar a las personas a las que se quería hacer desaparecer en el fondo del mar. Son los efectos de ese cansancio que compartimos y que es la máxima expresión de la ley que dice : la energía que pierden los padres es directamente proporcional a la que obtienen sus hijos. Regla que me creo viendo cómo todos los niños corren alrededor de la casa como si la mera acumulación de metros recorridos fuera ya en sí un premio.

Los adultos pasamos de la comunicación verbal a la no verbal y nuestra mejor forma de demostrar el respeto y la fidelidad al resto del grupo es no ocupar la tumbona que se nos ofrece, dispuesta, en el jardín. La tentación de un sueño denso y compacto como el relleno de una almohada nos llama a todos, pero no, gracias, nos servimos otro cortado y volvemos a lanzar un tronco al fuego débil de la conversación, que no acaba de coger fuerza.

Así pasa la tarde, necesaria pese a todo. En el fondo, lo que tenemos que decirnos lo expresan los niños corriendo por el jardín. Ese es el discurso. Alguna pelea, algún juguete roto, algún balón en la casa del vecino. Pocas cosas. Desde fuera debemos parecer esos leones incapaces de atrapar ya a una presa rápida pero que, con su presencia, mantienen unido al grupo: o eso parece en los documentales. O eso quiero creerme yo.

Cuando llega la noche, en el fondo del jardín se enciende una libélula hecha en China que aprovecha la energía que ha acumulado durante el día para iluminarse e ir cambiando de color. Energía verde, y rosa, y amarilla y vuelta al color verde. No saben explicarnos por qué, pero parece la señal que espera un  puñado de murciélagos para salir a estrenar la noche. Algunos niños se asustan pero pronto se tranquilizan al ver cómo hacemos pasar por valor lo que no es sino cansancio. Para qué correr si tienen pinta de ser inofensivos. Tal vez tan falsos como la fascinante libélula del jardín.

2 comentarios:

  1. Esto me gustó mucho, te felicito.

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  2. Muchas gracias por pasarte por aquí y tomarte la molestia de dejar este comentario.

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